viernes, julio 22, 2005

Tengo quinientas palabras para matarte

Jack Nicholson en Chinatown. Por Antony Hare.

Primero el chillido de las llantas y después del disparo, o mejor dicho, casi al tiempo, como una cuchilla cortando el lienzo templado de la noche, se escuchó el pito del carro. ¡No! esa primera frase no me convence Josefina, además no es mía, mejor dicho, sí es mía, pero es evidente que la plagié del cine. ¿Te acuerdas Josefina del final de Chinatown?, a ti la escena que más te gustó fue cuando Faye Dunaway reprendió al demente de Jack Nicholson, tu siempre con ese feminismo fácil, siempre celebrando las victorias chiquitas de las mujeres sobre los hombres, pero nunca, nunca Josefina, has sido capaz de celebrar la victoria de una guerra. A mi en cambio me gustó la escena del final de la película, un final trágico en el Chinatown, el carro detenido y Faye Dunaway con un disparo en la nuca accionando el pito del carro, como prolongando el último suspiro más allá del mismo eco de la bala, mas allá de los gritos y las muecas de los curiosos, más allá de la esperanza del demente de Nicholson que esta vez no hizo un papel del todo tan demente, seguro Polanski no lo dejó, el papel de loco degenerado se lo había reservado para él, ¿Te acuerdas Josefina? ¿Te acuerdas de Roman Polanski hiriéndole la nariz a Nicholson por ir a meterla donde no debía?, pero esa escena no la celebraste, te dio envidia que fuera un hombre, un loco degenerado el que le hiciera daño al desquiciado de Nicholson. ¿Entiendes el problema que hay entre los dos? No me digas que te desamarre, no me grites más Josefina, ya te dije que no me importan tus insultos, hace rato tomé la decisión de meterte un tiro y ya se me están acabando las palabras que tengo para matarte. ¿Recuerdas Josefina el final de Chinatown? Al final el pito de un carro, como si la muerte anunciara su llegada, o su partida, da lo mismo, al fin y al cabo el pito empieza a sonar casi al mismo tiempo del disparo. Pero ese final tampoco, este será más sencillo. Se me está acabando el tiempo y las municiones, al terminar esta frase me quedarán 120 palabras y un disparo para matarte. Y después, después reclamaré la recompensa Josefina, siempre me gritaste que era un escritor mediocre, un escritorzuelo por encargo, el Iván Krasnukin de la literatura colombiana, el escritor por encargo del cuento de Chejov, pero te equivocaste Josefina, te faltó un pedazo, te faltó decir que era un matón a sueldo, un vulgar sicario, un personaje salido de la literatura de moda o del Chinatown. ¡Chist! –se oye a través de la casa-. ¡Chist! Ese es un buen final, pero tu sabes muy bien que sería un plagio. ¡Eleva tus plegarias!, te mato en nombre de todos los Iván Krasnukin, los sicarios colombianos y el botín. Quédate quieta Josefina, no te muevas que no tengo una segunda bala para rematarte.

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