viernes, julio 22, 2005

Sonríe, sólo son las luces del flash

Roland Topor.
"El mediocre, en efecto, secretamente se sabe mediocre, pero espera equivocarse y se interroga con sigilo: ¿acaso tenga yo talento? Nada, luego, descargaría tanto los estantes de las bibliotecas como la confianza en la palmaria evidencia de nuestros ojos bien abiertos. Aprender a ser mediocre es una tarea difícil. Todos nacemos candidatos a las Vidas Paralelas y nos es duro contentarnos con figurar solamente en el registro civil".
Nicolás Gómez Dávila

El día que Iván K leyó la entrevista de Pérez-Reverte sintió que se quitaba un peso de encima. En la entrevista, el autor español dijo que literatura podía ser desde Isabel Allende hasta Proust, siempre y cuando funcionara, cualquier cosa podía serlo, acto seguido tildó de resentido a Roberto Bolaño, de quien leyó Los Detectives Salvajes y no le interesó. Ese día ocurrió un hecho trascendental en la biografía de Iván K: nuestro escritor por encargo perdió cualquier señal de remordimiento, terminó la entrevista, la recortó, la dobló, la metió dentro de la novelita de turno y esbozó una de sus sonrisitas características de escritor entusiasta pero aterradoramente mediocre.
Los escritores por encargo admiran a sus contemporáneos de dos formas: elogiando la frescura, la agilidad y la medianía de los alcanzables y envidiando a los maestros inalcanzables que, independientemente de su edad y tiempo, rozan con su pluma las aguas de la universalidad. Alguna vez Iván K dijo en una entrevista que había que despojar la literatura colombiana de la solemnidad garciamarquiana, que había que abandonar el costumbrismo y hacer literatura urbana. Con esta opinión ya sabrá el lector que Iván K nunca escribirá algo como La mujer que llegaba a las seis.
Iván K leía las entrevistas a Bolaño y cuando el chileno destilaba veneno contra los escritores alcanzables, sentía una punzada en el estómago, sentía como si lo atacara directamente a él, Roberto Bolaño, el creador de Arturo Belano y Ulises Lima. Lo mismo le pasaba cuando leía a Fernando Vallejo, su perorata rabiosa, incontinente, ese elogio de la injuria, la palabra destructora, que le recordaba ese cuento de Barthelme mil veces leído que inspira otro capítulo de estos papeles. Cuando leía los libros de Vallejo los tiraba lejos, detestaba el vértigo del final de una buena novela. El vértigo que le recordaba segundo a segundo que era un escritor mediocre, que primero se iba a desbarrancar antes que escribir El Desbarrancadero, La Rambla Paralela o Los Días Azules. Y Logoi ¡ni pensarlo!
Ahora estaba tranquilo, el maestro Pérez-Reverte le estaba diciendo que todo podía ser literatura, desde Allende hasta Proust. No se ha dicho aquí que Iván K no tuviera talento. Lo tuvo, y de qué manera, pero lo perdió antes de su primer libro publicado, esa es la tragedia y la principal razón para que su historia sea digna de ser contada. Después del día en que leyó la entrevista de Pérez-Reverte podía abandonar el camino pedregoso de la autocrítica y dedicarse a ser, sin sentimiento de culpa, un escritor mediocre y prolífico, ya podía regalar los libros de Bolaño y Vallejo que trataban de salirse del anaquel al compartir espacio con escritores indignos, como el nuevo Boom de la literatura colombiana, un pequeño corrillo de mecanógrafos que trabajan por encargo en una burda imitación de la revista Play Boy. Sus libros se venderían y él estaría dentro de ese Hall of Fame que iba desde Allende hasta Proust.
Cuando guardó la entrevista en medio del libraco que le estaba dando la fórmula del éxito editorial, Iván K cerró los ojos e imaginó la ovación del público por su próxima novela. Iba a vender más que el mismo Pérez-Reverte, y por supuesto, que el resentido de Bolaño. Con los ojos todavía cerrados imaginó a un hombrecillo diestro en la lisonja que le susurraba al oído:
Bienvenido a este gran coctel, a este club de aplausos que es la literatura por encargo, bienvenido a la literatura "que funciona", al reino de la complacencia y de lo políticamente correcto. Bienvenido Iván K, esta es la vida de los escritores famosos. No te muevas, no te asustes, sonríe, sólo son las luces del flash.
-Les tengo una mala noticia, -gritó Roberto Bolaño, interrumpiendo la sesión fotográfica: hay vida después de la vida.
Iván K despertó de su ensueño y volteó la cabeza cuidando su espalda.
-Si vas a decir lo quieres vas a escuchar lo que no quieres -repuso Roberto Bolaño.
Iván k lo escuchó, pero se hizo el sordo.

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal