jueves, junio 08, 2006

Chop Suey (Parte I)

Chop Suey. Edward Hooper.

"Nunca se sabrá cómo hay que contar esto, si en primera persona o en segunda, usando la tercera del plural o inventando continuamente formas que no servirán de nada".
Julio Cortázar. (Las Babas del Diablo).
Iván K murió asesinado, una mano escondida entre los arbustos accionó el gatillo que le puso fin a su vidita mediocre. En los últimos días supe que flirteaba con una mujer que había conocido en un restaurante de comida china, así me lo contó: "ella estaba sola, y como el restaurante estaba lleno le dije que si me podía sentar en su mesa, me dijo que sí, me senté enfrente, estaba llorando, encima de la mesa había una edición de La Muerte en Venecia, me llamó la atención su vestido de lino blanco, supuse que había salido desde la mañana (ya era de noche) le conté que me gustaba Thomas Mann, le conté que era escritor, que pronto me publicarían una novela sobre sicarios de Medellín, ella se rió, me dijo que si yo era un exponente más del boom de literatura colombiana, yo le dije que sí, que ese había sido el contrato. Se trataba de una avanzada de las editoriales, la idea era formar una generación lo suficientemente compacta y lo suficientemente "parricida" como para emanciparse del lastre garciamarquiano, le conté cómo había logrado la aprobación del editor, le conté que siempre oculté a la editorial mi gusto por García Márquez (eso espanta a los editores nacidos en los años setenta). Creo que a la mujer no le vino en gracia mi confesión, enseguida tomó el pitillo y le dio un sorbo a la coca cola que estaba tomando. Miró por la ventana durante varios minutos. Le pregunté cómo se llamaba, me dijo que se llamaba Madeleine, me dijo que era editora, me comentó que estaba preparando una antología de ensayistas colombianos. Me preguntó si había publicado algo, le dije que sí, le hablé de Las noches blancas, una novela corta que escribí a los 22 años sobre un boxeador de los años veinte en Bogotá, enseguida me reconoció, -usted es Iván K- exclamó, y se quedó callada nuevamente, como acordándose de algo. Salimos del restaurante. Caminamos un par de cuadras y de pronto me dijo: su novela me gustó mucho, Las Noches Blancas es lo mejor que he leído de un escritor de su generación. Me extrañó esa afirmación, mi novela pasó sin pena ni gloria por las librerías del país y terminó arrumada en la zona de saldos. Madeleine me miró a los ojos y me dijo: Yo amaba a mis héroes como un mosquito la luz, me alejaba y me volvía a acercar, ese era el epígrafe de Holderlin que yo había puesto en Las Noches Blancas. No entendía nada, nunca pensé que le gustara a alguien esa novela. Me dijo que nos viéramos a los ocho días en el mismo restaurante y a la misma hora, después de releerla".
Esa fue la penúltima conversación que tuve con el bueno de Iván K, así era siempre que hablábamos, él contándome sus anécdotas rebosantes de lugares comunes y de un egocentrismo patético, yo siempre escuchándolo en silencio, asintiendo y sonriendo a la vez. Iván K siempre me inspiró lástima, pero esta vez había algo de cierto en su relato, al menos esta vez estaba de acuerdo con sus licencias de vanidad. Sí, es cierto, Las noches blancas es una novela impecable, es la mejor novela que he leído de un escritor de su generación, nunca pudo volver a escribir algo así por más lo intentara. Esta conversación, aparentemente inocua y fantasiosa, no merecería ser recordada si no fuera porque exactamente ocho días después lo asesinaron a plena luz del día, en este mismo parque.

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal