martes, marzo 21, 2006

El techo de la ballena

The adventures of Arthur Gordon Pym. Yan´Dargent

El mar es una llanura espesa que cubre con un manto líquido a las bestias que vienen de las aguas del río Estigia, es el piso del cielo, está hecho con sustancia de cielo y Dios le asignó la misión de albergar a los muertos. Las olas son el sonsonete eterno del último suspiro del mundo. El mar es el destino del kamikaze, del meteorito, del sol, de la tormenta y del rayo, del cañonazo, del cometa, del alcatraz, del gigante blanco y del barco ebrio. Todos los barcos se hunden dice el marinero. En el mar flotan los clásicos como pájaros muertos. Ahí sobreviven, solo ahí escapan de la muerte. Iván K flota en un barquito de papel, se pierde entre las olas y vuelve a salir intacto. ¡Que suerte inmerecida la suya!; allá está Rimbaud en cambio, sorteando tormentas y confundiendo a los dioses con su risa de niño insolente, su derrota es inminente; allá el buque fantasma, encallado en tierra y con la proa en mar adentro, retando la grandeza del mar y la curvatura del planeta; allá, en esa nave que tiene las velas encendidas, está el hijo del comerciante de Nantucket, el mismísimo Arthur Gordon Pym, el hombre que nos sueña a todos, el artífice de toda esta farsa está de rodillas rogándole a Dios que le deje beber las aguas de la inmortalidad, las que gobiernan el mundo del hielo.